miércoles, 28 de noviembre de 2007

DOÑA MARÍA Y LA SORPRESA DEL AZUCARERO.

A Doña María una fría mañana de agosto le apareció una foca monje en el azucarero de la cocina. Era bien sabido por la comunidad que doña María era aficionada a inventar trolas para llamar la atención. También era aficionada a resolver sudokus a oscuras, pero eso es tema de otra tesis.

Miradas desconfiadas, dedos acusadores, una bruma de sospecha se cernía sobre la pobre doña María. Quiso el destino y un título universitario que la foca monje fuera abogado de oficio.

En el rellano de la comunidad la foca probó sin que existiera duda razonable su condición de mamífero marino. La acusación, agobiada por la demostración de profesionalidad de la fiscalía no quiso hacer preguntas y se largó a casa entre lágrimas.

Doce miembros justos ( ni uno más ni uno menos ) de la comunidad de vecinos se retiraron a deliberar. Su veredicto fue que los paños de ganchillo quedan ideales sobre el aparato televisor. Volvieron a deliberar sobre el asunto en cuestión por petición expresa de los Amigos de la Foca Monje ( que llegaban a casa en esos momentos con cervezas y cosas de picar ). El jurado acordó declarar culpable a la foca monje de ser foca monje, pagar el azúcar estropeado de doña María y a trece horas de servicios sociales.

Doña María fue liberada y vive plácidamente hoy en día en las costas del Caribe. Tuvieron dos hijos.

lunes, 19 de noviembre de 2007

POLICIAS IMPORTADOS DE HOLLYWOOD.

El subinspector de la policía metropolitana de Nueva York, Michael Leeland entró en el despacho del comisario jefe Malone....

Digo, amigo, que Leeland, que para más señas es usted, entró en el despacho...

-Usted perdone, que se me había largado el santo al cielo.

Cerró la puerta tras de sí con cuidado de no pillarse los dedos...vale, demasiado tarde...ande, vaya a echarse agua fresca, no se preocupe, lo espero...que remedio me queda, sin usted no anda esto.

¿Ya?, con tantas interrrupciones va a quedar una novela gordísima..mejor, será un bestseller con muchas páginas que la gente comprará porque lo ve grueso y con muchas letras...y haga el favor de sacarse la mano de debajo de la axila, séquese en el pantalón como todo el mundo...genial, ahora parece que ha tenido una fuga, bueno es igual, esta parte la eliminaré del borrador final y no quedará usted como el patético que es... no me haga pucheros.

Sigamos. Leeland, con una expresión en el rostro que revelaba que si no lo sabía todo tenía facilidad para inventar cosas esperaba las noticias por parte del comisario jefe.

-Leeland, tengo al gobernador sobre mis hombros.
-Sí, lo veo, que bien le salen los malabarismos con tazas al condenado.
-Tiene que encontrar a ese ladrón psicópata asesino en serie cotilla apodado Ramono
-Es un caso dificil señor.
-¡Maldita sea Leeland!
-Señor...yo...
-Con su pesimismo ha hecho llorar al gobernador y se le han caido las tazas...menudo desastre.
-Lo siento señor gobernador. Verá, lo busco y no lo encuentro. En el informe consta que cuando tiro la basura o voy a hacer la compra miro a un lado y a otro de la calle a ver si lo localizo...
-Pero si no tenemos su descripción, sus víctimas una vez fallecidas no cooperan demasiado con los agentes.
-Claro..va a ser por eso por lo que no lo veo, pero el si me conoce a mí, y su sola expresión bastará para atraparlo. Sólo tendré que mirarle a los ojos y lo sabré.
-No, no creo que lo conozca a usted.
-Bien, se está complicando la investigación.
-Leeland, sabe que lo quiero como un hijo...
-En parte porque usted es mi padre.
-Sí, en parte por eso, a usted no le importaría, digamos, ¿declararse culpable?...
-Hombre, por mi parte no hay problema, yo con tal de ahorrar papeleos, pero claro, a lo mejor el asesino de verdad se enfada... Hay otra posibilidad señor.
-Dispare...¡aparte ese arma!, ¡en sentido figurado!, desembuche.
-Podríamos cerrar el caso y asegurar que los crímenes son falsos.
-Es arriesgado...¿cómo lo haríamos?
-Podríamos decir que es una estratagema sutil de los comunistas para desestabilizar el ideal de seguridad de esta nación. Además, por la forma de sonreir, el gobernador está de acuerdo conmigo. Y ya no se le caen las tazas.
-Ahora recuerdo porqué te contraté.
-Porque mamá te obligó...te dejó sin relaciones conyugales quince minutos.
-Maldita sea, no me lo recuerde.

Este texto esta basado en hechos reales. La investigación ejemplar del detective Leeland y su padre Austin Malone....maldita sea...aquí hay un pequeño fallo...deberían tener el mismo apellido...bueno...quizás así sea mejor...esto despistará al lector....a lo que íbamos, la labor policial llegó a esclarecer la realidad de que en realidad no había caso alguno, por lo que a los agentes que habían colaborado en la investigación se le descontó la fracción porcentual del sueldo correspondiente a los quince segundos en los que trabajaron en el caso.

Leeland hoy en día vive muy retirado de sí mismo y no se da los buenos días.

El comisario Malone se compró una bicicleta estática. Actualmente la usa para colgar la ropa que se pondrá al día siguiente.

Algunos nombres propios, así como calles...que ahora que caigo no salen...y cargos de instituciones se han mantenido con fines dramáticos. De la misma manera, se han introducido algunos giros dramáticos para conservar el anonimato de los afectados.

Yo soy el asesino psicopata ladrón acusica...¿qué creían? ¿qué no había una sorpresa final?...pues no, es imposible, no pude ser yo, el día en que rodaban este spot yo estaba en casa poniéndole nombre a un ficus...adelante, le pueden preguntar a él, responde al nombre de Ignacio.

Fin

Mucho se tiene que torcer la cosa para que esto no se convierta en best-seller.

lunes, 12 de noviembre de 2007

MÁS CORNÁS DA LA INVENTIVA.

Eusebio se dio cuenta en aquella corrida de abono que algo no marchaba bien. Miró a diestro y astado. No era lógico. En mitad de la faena se levantó e hizo la faena de obligar a sus compañeros de fila numerada de encoger las piernas, con lo que se perdieron algo de la faena en plena faena.

Corrió a casa como alma que lleva a un cheque en blanco. Cerró la puerta del sótano de inventar y trabajó durante quince años descansando sólo los domingos por la tarde para asistir al bingo de la parroquia.

Con su ínfima vida social arrojada por el retrete, Eusebio salió satisfecho de su sótano de inventar con el descubrimiento que le daría fama, fortuna y un aparcamiento allí donde se encontrara: el traje de luces inflable para toreros.

Una idea simple, como la ideas simples que dan fruto en inventos simples que con buena campaña publicitaria enriquecen a personas. Pero quiso la mala fortuna que, saliendo Eusebio a la rue a mostrar su invención, el toro Chispas de la ganadería de Tuercebotas, un noble bovino zaino, bragado, aguardentoso y con tendencia a bizquear pasara por la puerta de Eusebio y con nada mejor que hacer, diole un topetazo. Eusebio, rápido en sus reflejos había intentado colocarse el traje de su invención, tirar del cordón de seguridad, inflarlo y así salvar la vida y la honra. Pero un funcionario de patentes que cabalgaba a lomos del toro Chispas se lo prohibió, porque según acta notarial, el traje de luces inflable ya fue inventado por Sir Arthur Ajoarriero en 1860 a bordo del Clipper Dipper en ruta hacia el Índico. Eso sí, el agente de patentes reconoció que también era casualidad.

Eusebio recibió cristiana sepultura el el cementerio del pueblo al que acudió la señora que le limpiaba las pelusas de casa los viernes a partir de las seis y el mismo Sir Arthur Ajoarriero, visiblemente afectado.

lunes, 5 de noviembre de 2007

MÁS ALLÁ DE LA LUNA.

Es cierto. Y como es cierto debo admitirlo. Aquí, en círculos reducidos. Un especialista intentó sonsacarme el origen de mi problema, pero no pudo. Eso sí, no fue capaz más por cabezonería por mi parte que por inutilidad suya. Es cierto...sí, es cierto que me estoy descolgando por las ramas.

Ya de pequeño tenía esa sensación extraña en la base de la nuca. Algo frío, algo atenazante, sabía que estaba en lo cierto, pero debido a mi corta edad, nadie me tomaba en serio. Cosa que aún hoy en día sucede...hombre, tiene su punto bueno, me hace sentir joven. Nos subimos en marcha a un flashback, que el próximo no pasa hasta dentro de quince minutos.

Cierto día de verano, contemplando la luna con mi tía abuela Eufrasia ( que hice pasar por mi novia ante los amigos del pueblo, causando una envida feroz ) guiñé ambos ojos a la vez y por unos instantes pude verlo. Su camisa aparentemente cara, su corbata de seis euros de lunes, miércoles y viernes...y su sonrisa. Aún cuando pago el billete del autobús recuerdo aquella sonrisa carente de humanidad y rebosante de dientes blanqueados.

Fue aquella noche de fiestas patronales cuando vi a uno de los vendedores de seguros que vive en la cara oculta de la luna.

Usted dirá, no sin razón, ¿cómo está tan seguro de que era un vendedor de seguros y no un comerciantes de altramuces de Albacete?. Porque le pregunté. Tuve tiempo de interesarme por su vida durante las tres horas y cuarto que empleó aquel ser del profundo espacio en intentar vender un seguro combinado de hogar, vida y penurias varias a un niño de doce años recién cumplidos. Que vivan en la cara oculta de la luna no los hace necesariamente inteligentes.

Hoy en día aún intento reponerme de la impresión. En la nocturnidad, de camino a un vaso agua allí en la profundidad de la cocina, paso delante de la ventana y observo de reojo el satélite...y por el rabillo del ojo veo a uno de esos comerciales agarrando un maletín de piel de becerro de imitación que intenta esquivar mi mirada. Pero no lo consigue.

Sé, porque lo sé, porque si me lo contaran a mí mandaba al interfecto a freir monas, que es dificil de creer. Pero ustedes, humanos variados, deben confiar en este testimonio. Deben vigilar los cielos. Deben temer una invasión organizada de vendedores de seguros provenientes de la cara oculta de la luna. O en su defecto, ingresen un diezmo en mi número de cuenta que mi asistente les proporcionará. Con el dinero recaudado construiré un cañón sónico con el que destruiré la luna, los comerciales no tendrán lugar para esconderse y ustedes me creerán al fin.

Y yo, sin mostrar demasiada soberbia, les diré enarcando las cejas “ ¿lo ven?, como yo decía”.