Heriberto Sacapuntas era la demostración palpable, fehaciente y en más hueso que carne de la validez de la teoría evolutiva de las especies. Había logrado en sus escasos treinta años de existencia ser rastrero, ruin, amigo de broncas y peleas, desconsiderado, manipulador, tergiversador, malinchista, dañino, vago, acusica y con entradas pronunciadas.
Su señor padre a su misma edad sólo era un estúpido.
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