viernes, 24 de abril de 2009

FLEMA VERSUS TEOREMA.

Removía el té sulfuroso con una cucharilla al uso. Ondas sinérgicas se apelotonaban entre las paredes de la taza. Concentraba su atención en el bebedizo, sabedor de que, si levantaba la cabeza, se vería obligado a preguntar.

La carrera por acabar primero la ganó su paciencia frente al terrón de azúcar sin necesidad de recurrir a la foto-finish. Ligeramente nervioso, y esquivando cierto punto de la habitación, se dirigió a su anfitrión.

-Señor Shepard...
-Dígame joven.
-Creo estar en la obligación de comunicarle algo.
-¿De interés?
-Sin duda.
-Proceda.
-Creo que ha escapado a su atención, pero tiene usted un elefante en el salón.

El paquidermo, sabiéndose protagonista del diálogo, apoyó la moción estrellando contra el suelo un jarrón al girarse. Eso sí, de manera fortuita. El señor Shepard, en equipación de señor muy rico ( a saber, batín, babuchas, puntitas de pañuelo en el pecho y cigarro con filtro ) garabateó una sonrisa.

-Amigo, debe usted estar bromeando.
-En absoluto mi querido colega. Un elefante, no cabe duda.
-Es una afirmación arriesgada.
-Y peliaguda, pero al tenerlo frente a frente es difícil errar.
-Más, creo, es una tesis a la ligera, a destiempo y basada en indicios.- remató la frase apartándose la trompa gris de la frente.
-Indicios fehacientes, si me permite.
-Meros indicios al fin y al cabo.

El mayordomo, en el más absoluto y hermético silencio, vislumbraba la escena a través de la rendija de la puerta del salón. Blanco marfil, a juego con las protuberancias del invitado de lujo, asistía incrédulo.

-Le ruego discúlpeme si mi aseveración le ha parecido inoportuna.
-No tiene porqué disculparse amigo. “Errare est humanum”.
-Aunque me reafirmo en mi postura.
-Va a propiciar usted con su actitud que gire mi cuello para constatar la veracidad del asunto.
-Tampoco querría yo causar molestias a mi amable anfitrión.
-Pues no me de motivos. Fin del asunto. Bébase su infusión.

Avergonzado, probó un sorbo del contenido de la taza.

-¿Qué le parece mi te?
-Sabe a perros, señor Shepard.
-Mas es el mejor sabor a perros de la India.
-Eso no se lo discuto.

El elefante, al oír la nación mencionada se inquietó un tanto por su patria y descolgó un par de cuadros. Shepard sabía que si seguía armando follón, al final tendría que retractarse de su negativa.

Tras el sillón le hacía señas manuales para apaciguarlo, inútiles visto lo visto.

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