viernes, 24 de junio de 2011

ECHANDO EL RESTO.

A las instalaciones del Banco Mundial se accede por medio de una calle asfaltada como cualquier otra. Es más, se puede encontrar alguna tapa de alcantarilla desnivelada con respecto al firme. Parece increíble: el centro de designios macroeconómicos mundial tiene una entrada de estética bastante descuidada. Pero hay algo que es conveniente saber: en esto el ayuntamiento de la localidad manda más que la citada institución.

Los ayuntamientos tienden a tener más voz y voto en bastantes más asuntos de los que se podría sospechar.

Calificaciones de pavimento aparte, era un día como otro cualquiera, con sus veinticuatro horas, sus periódicos y sus nubes por el cielo. Jean Baptiste, presidente de turno y con una procedencia vallisoletana traicionada por su nombre de origen franco-húngaro, disfrutaba de una placentera mañana de control financiero de medio globo terráqueo en su poltrona de imitación de piel: el presupuesto no daba para gastos superfluos.

Además estaba su mujer: firme defensora de los derechos de los animales. Cualquiera ponía el pellejo de un bicho difunto para acoplar las posaderas.

Jean pasaba adelante y atrás unos informes sobre su mesa. Ayudado por el pulgar dejaba ir en cascada las páginas repletas de datos sesudos, dejando transcurrir la mañana y aparentando tener tarea para rato. Anthony Reis, director de cuatro mesas del despacho contiguo, con un cargo dificilmente memorizable y furibundo defensor de la cacería del zorro en motocicleta con sidecar, golpeó enérgicamente la puerta del despacho de Jean. Perdida la cuenta de minutos transcurridos sin hacer “ni el huevo”, y en pos del compañerismo y las buenas maneras, le dio permiso para entrar al despacho tras descolgar el teléfono atendiendo a una llamada inexistente de un interlocutor mudo.

Anthony portaba una ristra de documentos. No era buena señal.
-Ajá...sí, entiendo...no puede seguir con el proyecto sin mi consentimiento –Jean seguía con su conversación fingida, intentando no perder el hilo y señalando una silla a Anthony. – Bueno, me parece correcto que lo hagan así...sí, de acuerdo, buenas tardes.
-¿Te pillo en mal momento? –parecía irritado y colocaba los documentos rosados entre los dos, como un árbitro.
-Puedo dedicarte unos minutos. Tengo una reunión importante pero me esperarán – su vejiga podía aguantarse las ganas cinco minutos.
-Hay un problema. Un problema bastante grave.
-Cuéntame.
-Tiene que ver con los presupuestos de fondos de inflación variable del último semestre contabilizado. Verás, el coeficiente desviatorio está equivocado.
-Comprendo –mintió – Y estoy de acuerdo, pinta mal.
-El porcentaje del coeficiente es escandaloso Jean.
-Ajá – “aquí no usamos el nombre de pila en vano” se dijo – sí, es preocupante tal y como dices.
-Échale un vistazo tú mismo.

Recogió los folios salmón de manos de su compañero. Se ajustó las gafas de media distancia. Leyó las dos primeras columnas, le sobrevino el aburrimiento, dejó transcurrir unos segundos y pasó páginas hasta encontrarse con un gráfico, de lectura algo más agradecida. Con una mano en la barbilla y la expresión vista a un actor en una película en la que interpretaba al jefe de misión de un desastroso de transbordador espacial, ejercitó alguna mueca de disgusto.

-Esto...esto es un ultraje Anthony. No es posible.
-No podías quedarte al margen.
-Debemos solucionarlo –Jean buscaba respuestas premeditadas a futuras preguntas.
-Correcto.
-Y después, buscar al responsable.
-Verás Jean...este informe...lo redactaste tú.

Una pelota de tenis aparcó bajo su nuez. Perdiendo el contraste en su piel y la serenidad de sus terminaciones nerviosas, Jean buscó su firma en el informe. La encontró donde debía estar: justo al final y sobre una linea de puntos traicioneros. Estaba en un aprieto, aún en su papel de prestigioso economista y presidente inmaculado del Banco Mundial.

-Ha debido ser un error...no comprendo...
-Esto nos pone a todos en una situación comprometida.
-Pero...-el niño pequeño interior de Jean estaba encerrado en el armario sin saber por qué travesura - ¿puede arreglarse?
-La interanual fiscal está emitida. Los compromisos y las estimaciones se han realizado respecto a estas cifras. No hay marcha atrás.
-Estimaciones...verás, no te sigo. – su vejiga le avisó de que, quizá, esos cinco minutos serían demasiados.
-Jean, entre nosotros, ¿sabes de qué va esto?

(este aprieto continuará y concluirá en la siguiente entrega).