viernes, 16 de octubre de 2009

LA JOCOSIDAD DEL DESAIRADO. (I)

Olegario tiene un problema, y así, café corto mediante, se lo cuenta a su interlocutor, en este caso alguien con arrugas en la frente y camisa de franela. Olegario es bastante estúpido. Bueno, este no es el problema, y ya se cuida el de no ir diciendo a los demás lo que piensa de sí mismo, ¡menudo mundo este si todos hicieran lo mismo!. Se quema la lengua con el café, insulta en bávaro mentalmente al camarero, y en tono de mea culpa, confiesa su problema.

Problema es que te falte un pulmón hijo, o ser perseguido por una mafia de un sitio que ni conoces, y por supuesto, ajeno a sus métodos de negociación, no sabes que dedo acostumbran a cortarte primero, el de señalar o el de investigarse las narices.

No le responde así. La gente no habla tanto. La gente resume mucho, porque tiene prisa. Como mucho te dirán “anda hombre” y levantarán un brazo con desdén, como parando sin ganas un taxi conducido por el caudillo.

Siempre me pregunté porqué coinciden los dos saludos. Al taxista y al dictador. En fin, soy de preguntarme cosas.

Pero las intenciones, el tono y el alzar de cejas lo dice todo. Y como lo dice todo, la gente ahorra saliva para comentar lo mal que anda todo en el ascensor o para insultar al árbitro el domingo. O el sábado, ahora se juega al fútbol a todas horas.

Olegario da la razón a su interlocutor, un tipo con una selva de pelos en las patillas. Pero claro, no se la da en voz alta, ¡menudo mundo sería este si todo el mundo diera la razón al otro!. Olegario se limita a decir “no sé chico, no sé”. Porque esta frase, junto a “si es como todo” es argumento socorrido para no tener que mojarse.

¡Menudo mundo este si todos nos mojáramos!. Estaríamos siempre limpios y no habría lugar para bacilos, farmacéuticos, galenos y anuncios de aspirinas.

El problema de Olegario, del que esta al tanto su interlocutor ( a usted no le interesa saber el nombre porque no lo volverá a leer jamás ), el camarero, una señora que rebañaba el churro, el azucarillo y usted mismo en unos instantes, es que Olegario es seco.

Soso. Desabrido. Saborío como decimos por aquí. Jamás contó un chiste. Su anécdota más ocurrente es la de arreglarse él mismo una zapatilla con un imperdible en un viaje a Marruecos. Y claro, si encima la cuenta mal....ya me dirá. Porque no tiene arte. Para él gracioso es, por ejemplo, un algodón de azúcar. Y no sigo, porque usted le va a coger asco y por una vez es protagonista de algo.

Y todavía me tiene que servir de protagonista unos párrafos.

El interlocutor, un hombre versado en las alineaciones del Compostelano Deportivo y en la ingesta de la pipa de calabaza, se interesa de repente en las albóndigas de la vitrina. Las encuentra algo más entretenidas que a Olegario. Y es normal

¿Quién no se ha reido de una albóndiga alguna vez?

Como perro pastor al que han timado y le han robado el rebaño, mira con ojos tiernos la botella de brandy soberano de la estantería. Con los párpados lánguidos, el mirar lastimoso y el ánimo en Flandes, tira de la chaqueta de su interlocutor como un niño pequeño a su padre delate de un escaparate lleno de juguetes.

Ríete de ti mismo. Empieza por ahí. No te tomes las cosas en serio, si al fin y al cabo ya ves tú, si la vida es un rato en la sala de espera, por lo menos lee algo entretenido. No sé chico, copia chistes de la gente. O ríete de una persona mayor que se cae en la calle, hombre, tapándote la boca, como hacemos todos.

Pero no le regala esta mezcla de ayuda para vivir, filosofía de baratillo y mala leche condensada. La gente es muy parca para estas cosas. Ya están los psicologos para ayudar ¿no?. Le dice “no sé chico...cómprate un libro”.

No es mal consejo, pero no viene al caso

( concluirá... )

2 comentarios:

noveldaytantos dijo...

Es un hecho culturalmente repudiable eso de que todos nos reímos de las albóndigas, yo el primero. Y pido perdón por ello. Rezaré un rato por si sirve para algo, si me acuerdo.

Mr.Incógnito dijo...

No rece usted, caballero, y ponga una albóndiga en su vida. Pero que no sirva de chufla, mofa o escarnio, mucho cuidado.