martes, 25 de octubre de 2011

PADRE, ¡CÓMPREME USTED UN POBRE! (Actos 1 y 2 )

PERSONAJES.

UN PADRE.     UN POBRE.
   UN HIJO.    UN FILÓSOFO.

ACTO 1.

Un coqueto saloncito con muebles oscuros, una colorida alfombra y unas sillas que han huido del centro como si hubiese pelea y no quisieran verse implicadas. En la radio suenan unas notas de piano animadas y animosas con aires caribeños. Un señor pegado a un bigote ejecuta con gracia natural unos pasos en solitario, sosteniendo en sus brazos una imaginaria dama de aire. Cuenta:

-Un dos tres, un dos...tres.

Se abre con desidia la puerta del saloncito de baile improvisado. Aparece un apesadumbrado joven, cumplida ya la treintena, que se arroja al sofá y se funde con el tapizado. Su voz es un hilito.

-Padre, atiéndame padre.
-Cha cha chá.
-Por favor, ¡no podría estar más desanimado! Deje usted las danzas.
-No creas que por mis movimientos tomo tu problemática a la ligera, te escucho y sin saber aún lo que te aflige a mí también me abandona el ánimo. Un dos tres.
-¡Padre, cómpreme usted un pobre!

El padre se queda en el segundo cha, sin poder rematar. Aún con los brazos en postura de acompañamiento se desplaza a la esquina y silencia la radio.

-¿Para qué precisas un pobre?
-Nunca conocí a uno, la curiosidad no me deja conciliar el sueño. ¿Cómo podré declararme cosmopolita si desconozco tanto de mi entorno?
-Pero hijo, un pobre no es un viaje, ni un velero ni un caballo. Es algo difícil de conseguir.
-Nunca había puesto usted tanta traba a un deseo mío.

Por la calle pasa el señor que enciende las farolas peleándose con la pértiga. Esto a usted no le importa y a nuestros protagonistas menos aún.

-¿Dónde conseguiremos un pobre a estas horas?
-¿Recién caída la tarde? En cualquier parte. Sólo hago oír lamentos y cuitas de pobres, debe haberlos por doquier.
-Trae tu abrigo. Quizás el pasear nos aclare las ideas y se nos ocurra donde encontrar alguno.

El joven sale de escena. Se le oye por el pasillo gritando vivas al padre. Este remata con la cadera.

-Cha chá.


***

ACTO 2.

Un animado salón de tonos melocotón. Varias personas engalanadas hablan animados con espabilados gestos manuales. Se oyen risas que ya se oyeron en otras recepciones. Al fondo un engalanado caballero con modales de diplomático y banda en el pecho a juego se sirve traguitos de una botella con un labrado de diamantes. Y luego se los bebe despacito.

Entran padre e hijo sin abrigo e inspeccionando el entorno.

-Estas recepciones son punto de encuentro de variados personajes. Bien es sabido que quien no frecuente estos actos no existe. Y si no existe, fútil será el buscarlo.
-Padre, no estoy seguro de esta idea suya.
-Anda, mira por allí que yo haré lo propio por acá.

Atraviesan la concurrencia fijándose en los presentes pero sin llegar a saludar. Los presentes hacen lo propio pero ahorrándose el fijarse en los recién llegados.

-¿Cómo es un pobre, padre?
-¿Acaso no sabes cómo son?
-Claro que no padre. Nunca tuve uno.
-Mal nos vienen dadas si no sabemos lo que buscamos.
-Algo los distinguirá. Si tienen esa etiqueta es porque mantendrán semejanzas entre ellos.
-No es mal argumento.

Cruza el salón un caballero perdido en un traje dos tallas más grandes.

-¡Ese padre!, ese debe ser pobre.
-Parece algo desastrado, es cierto. Pero deberíamos asegurarnos. Imagina apelar a alguien por esa etiqueta y que no le corresponda.
-¿Por qué habría de enfadarse nadie? Nos disculpamos y santas pascuas.
-Hay que tener tacto, hijo.
-Al final lo que pasa es que usted no quiere que yo tenga un pobre, padre.
-Perra más pertinaz has cogido. Acerquémonos.

El presunto pobre está saludando a una joven rubia que hace de todo con tal de no hacerle caso.

-Ahí lo tiene, nosotros no somos pobres y no hemos saludado a nadie a nuestra llegada. Ese debe serlo y estar poco acostumbrado.
-Déjame a mí. Buenas noches caballero.
-Buenas tengan ustedes. Bonita fiesta, ¿es su fiesta? Muy animada y animosa. Gente muy maja, ¡gran ambiente! ¿Son ustedes los anfitriones? Gracias por invitarme. Yo a estos actos, pues no suelo, pero intento relacionarme para prodigarme. ¿Quiéren tomar algo? ¿Pero qué digo, si las botellas serán suyas? O alquiladas, que yo de esto desconozco casi todo. ¿Quieren que pare a este tipo que no se despega de la barra, venga a tomar traguitos?

[Girándose e interponiendo una cautelosa mano entre su hijo, su boca y el presunto pobre]

–Pobre no sé si será. Si lo es, será a base de gastar lengua.
-Es gracioso padre. Compremelo. Yo le pondré nombre. Jugaremos a las cartas los domingos por la tarde. Él me contará cosas y yo asentiré mientras pido dos cartas y me sale una escalera hasta el as.
-Pero si no te gusta no habrá más pobres. Se nos llenará la casa y no tendremos mesa para tanta partida de cartas.
-Que no, ¡uno nada más!

[Vuelve a girarse]

-Disculpe esta pregunta que voy a hacerle, pues es peliaguda y acaso pueda zaherirle.
-Pregunte, pregunte. Que una fiesta es lugar propio para compartir conocimientos, intelecutales y humanos.
-Por un casual, ¿no será usted un pobre?

El interpelado baja los puños, sube el labio inferior, baja el superior y arruga el gesto. Consigue transmitir un sincero malestar y, de paso, que el traje se adapte a su talla. Se agacha un poco, agarra una copita
de anís de una mesa rodillera cercana y la apura de un trago. Desarma su gesto airado y tose. Evita a dos invitados y sale por la puerta del fondo. El señor con banda al pecho lo saluda al pasar.

-¿Eso es que no, padre?

Concluirá.

4 comentarios:

Rubén D. Caviedes dijo...

Me quedo, como siempre, apretando el culo de intriga hasta el desenlace del mondongo. Debería usted reescribir la idea en formato ensayo-medio-serio-tipo-Fernando-Savater y elevarla a los superiores círculos del librepensar político-económico, financiero y de rapiña en general: estoy meridianamente seguro de que la idea de la compra/venta de pobres vale su peso en langosta. Es lo que se llama un nicho por descubrir, y conozco democristianos con una sensibilidad social tal que lo incorporarían con entusiasmo a su pograma electoral. Piénselo, y me dice.

Mr.Incógnito dijo...

Me arranca más a teclear una cosa dramática con tintes de teatro de barrio que un tratado sesudo. Aunque eso no quita que, dado el caso que salgan a subasta pública el alquiler de pobres, me lanze furibundo por el reconocimiento de la idea inicial.

Al menos con usted ya cuento con un testigo. Si la cosa da dividendos, cuente usted con una mortadela ibérica.

Luc dijo...

Señores,
puede ser una moda interesante de cara a la Navidad, sobre todo si se les puede comprar ropita y complementos. Pero me pregunto mucho si ese era un pobre o un contertulio de telecinco. Estoy que no vivo.

Mr.Incógnito dijo...

No querría dar malas ideas al personal, que luego la sociedad va a menos y encima uno no pilla dividendos. Todas las dudas e inquietudes serán resuelta de manera parcialmente satisfactoria en los actos restantes.-