lunes, 5 de noviembre de 2007

MÁS ALLÁ DE LA LUNA.

Es cierto. Y como es cierto debo admitirlo. Aquí, en círculos reducidos. Un especialista intentó sonsacarme el origen de mi problema, pero no pudo. Eso sí, no fue capaz más por cabezonería por mi parte que por inutilidad suya. Es cierto...sí, es cierto que me estoy descolgando por las ramas.

Ya de pequeño tenía esa sensación extraña en la base de la nuca. Algo frío, algo atenazante, sabía que estaba en lo cierto, pero debido a mi corta edad, nadie me tomaba en serio. Cosa que aún hoy en día sucede...hombre, tiene su punto bueno, me hace sentir joven. Nos subimos en marcha a un flashback, que el próximo no pasa hasta dentro de quince minutos.

Cierto día de verano, contemplando la luna con mi tía abuela Eufrasia ( que hice pasar por mi novia ante los amigos del pueblo, causando una envida feroz ) guiñé ambos ojos a la vez y por unos instantes pude verlo. Su camisa aparentemente cara, su corbata de seis euros de lunes, miércoles y viernes...y su sonrisa. Aún cuando pago el billete del autobús recuerdo aquella sonrisa carente de humanidad y rebosante de dientes blanqueados.

Fue aquella noche de fiestas patronales cuando vi a uno de los vendedores de seguros que vive en la cara oculta de la luna.

Usted dirá, no sin razón, ¿cómo está tan seguro de que era un vendedor de seguros y no un comerciantes de altramuces de Albacete?. Porque le pregunté. Tuve tiempo de interesarme por su vida durante las tres horas y cuarto que empleó aquel ser del profundo espacio en intentar vender un seguro combinado de hogar, vida y penurias varias a un niño de doce años recién cumplidos. Que vivan en la cara oculta de la luna no los hace necesariamente inteligentes.

Hoy en día aún intento reponerme de la impresión. En la nocturnidad, de camino a un vaso agua allí en la profundidad de la cocina, paso delante de la ventana y observo de reojo el satélite...y por el rabillo del ojo veo a uno de esos comerciales agarrando un maletín de piel de becerro de imitación que intenta esquivar mi mirada. Pero no lo consigue.

Sé, porque lo sé, porque si me lo contaran a mí mandaba al interfecto a freir monas, que es dificil de creer. Pero ustedes, humanos variados, deben confiar en este testimonio. Deben vigilar los cielos. Deben temer una invasión organizada de vendedores de seguros provenientes de la cara oculta de la luna. O en su defecto, ingresen un diezmo en mi número de cuenta que mi asistente les proporcionará. Con el dinero recaudado construiré un cañón sónico con el que destruiré la luna, los comerciales no tendrán lugar para esconderse y ustedes me creerán al fin.

Y yo, sin mostrar demasiada soberbia, les diré enarcando las cejas “ ¿lo ven?, como yo decía”.

2 comentarios:

Luigi dijo...

Yo creo que era un inspector de hacienda camuflado. Si usted le hubiera contratado un seguro para el hogar para es pido que no declaró, le hubiera pillado de lleno.

Mr.Incógnito dijo...

No estoy seguro...los inspectores de hacienda no suelen preguntar por la salud y la familia. Además, conozco de primera mano a la alegre gente de los segurillos.