martes, 29 de enero de 2008

EL SEÑOR DEL ESPEJO.

Manuelo se levantó con su probado dinamismo habitual, esto es, arrastrando su cuerpo fuera de la cama en una estupenda representación de los ánimos de un saco de patatas. Arrastrando los pies de manera escalonada terminó, sin saber muy bien como, en el baño de la casa unifamiliar. Giró las bombillas del espejo del baño, porque su padre le enseñó a no creer en los interruptores y lo vió allí. Una imagen en el espejo que no conocía.

Y no piensen que este es uno de esos relatos de sustos, intrigas y gente que se salta a la torera las reglas de la parca. No. Simplemente Manuelo no se reconoció ante el espejo. Guiñó los ojos, ya de por sí entrecerrados debido al madrugón y escaneó mentalmente el reflejo que tenía ante sus narices.

Supo reaccionar correctamente en tiempo y forma. Saludó de manera educada a la imagen y le preguntó por la salud, a lo que la imagen respondió “ahí vamos tirando”.

Con este simple gesto Manuelo ganó un amigo con el que compartir los primeros minutos de la jornada. ¿Ven?, es una preciosa historia de confraternización con otras realidades, que al final termina bien y no se ve interrumpida por número musicales. Lo que los profesionales denominamos “un relato sin desperdicio”. Bueno, denominaríamos si conociese yo de primera mano algún profesional...y servidor menos que ninguno.

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