lunes, 13 de octubre de 2008

TODAS IGUALES.

Son todas iguales.

Es obvio, de nuevo con las cosas que les suelto me ganaré el odio furibundo de unos y la comprensión de otros, con los que quizás no comparta demasiado. Pero ha de constarle un detalle: hablo de las cosas porque he estado delante, así puedo lanzarme a la piscina del escarnio público con un flotador hinchado de convicción. Eso sí, del barrigazo no me libra nadie.

Conducía mi Simca 1000, en el que, tristemente, jamás pude probar si la canción que le hacía referencia era cierta, por una de esas carreteras con campo a los lados y cielo por arriba, una de tantas que llevan a alguna parte. En el radiocassete aullaba Luís Santiago, cantante de moda en aquellos días y que me disgustaba especialmente, tanto es así que el coche se tragó la cinta un martes y no me la quiso devolver por temor a que la lanzara por la ventanilla ( algo muy probable ). Era lo único que podía escuchar.

Caía la noche con desgana, aburrida de la rutina, deseosa de anochecer a las tres de la tarde, solo por tener una experiencia nueva. Como digo, alguien tocaba el control del brillo y contraste apagando el paisaje. Fue al doblar una curva, una de tantas empeñada en cambiar el curso de la carretera, cuando un OANI ( objeto aparcado no identificado ) inundó mi campo de visión. Tal fue la impresión que mi querido coche fue a esconder medio cuerpo en la cuneta. Ya ven, una vez ve servidor una de esas cosas raras que cuentan por ahí, y lo ve aparcado, sin volar ni nada...una pena, porque en esos avistamientos quita puntos eso de la inmovilidad.

No tenía ni luces estroboscópicas, ni colores raros, ni soportes estrechitos...en realidad tenía poca pinta de cosa venida de las estrellas, muy funcional supongo, sin adornitos ( por aquella época nuestros coches eran iguales en este sentido ). Gris plateado con un toquecito de azul reflectante, alguna protuberancia con su misión, no puesta ahí por capricho y poco más. Y allí, junto a lo que parecía la puerta, estaba ella de pie.

De piel verdosa, espigada y de pelo escaso, pero con un innegable atractivo para alguien como yo, en barbecho en el terreno amoroso por demasiado tiempo. No pude resistirme a sus encantos ( tampoco lo intenté demasiado ). Con cautela, más que por su condición de extraterrestre por si su cónyuge volvía de la gasolinera más cercana con plutonio líquido, me acerqué a ella.

“Vaya noche para andar por aquí ¿no?”, pregunté, sintiéndome en un ridículo espantoso a las tres centésimas de segundo: la primera conversación de un humano con un ente de otro planeta y le hablé del tiempo...vaya embajador...aunque visto lo que hay en la tierra quizás si fui representativo.

Me contestó en un idioma extraño, me recordó aquel spectrum a cintas que andaba por casa, pero con un tono algo menos mecánico. Viendo mi cara de palurdo me señaló con una de sus extremidades la puerta, asió la manilla dando un par de tirones, dándome a entender que la puerta estaba atascada. Le contesté en inglés “don´t worry, I am helping you”, otra completa estupidez.. Corrí a mi coche, señalado por la vergüenza y agarré dos instrumentos de precisión, perfectos para intentar comprender la mecánica de unos aparatos capaces de burlarse de la velocidad de la luz. Armado con un martillo y un destornillador ( de mango amarillo para más señas ) con un par de golpecitos seguidos de otro par con un poco más de ahinco algo hizo “clinc” y la puerta se abrió docilmente. Un terráqueo ayudando a una raza superior. Y sin cobrarle.

Pletórico como yo estaba, la extraterrestre quiso llamar mi atención. Me fijé en sus ojos. Bueno, aquí habría que explicar algo, no es que fueran ojos...eran dos pelotitas brillantes colocadas en mitad de la cara, que por simpatía morfológica siempre traté como sus ojos. Claro que si eran otros organos y durante nuestra convivencia siempre me dirigí a ellos...podría explicar muchas cosas. El caso es que dentro de aquella nave empezamos nuestra relación. Y no crean lo que dicen por ahí: ni sondas ni nada, estuvo bastante apañadito el tema, pero no pienso darles detalles. Ya les gustaría, morbosillos.

Durante un tiempo ella se pasaba por aquí, los fines de semana y eso. Nos veíamos cerca de mi pueblo y allí, pues ya saben, las cosas de enamorados. Caricias, carantoñas, ¿de qué estrella vienes?. Las barreras de la incomprensión idiomática son derribadas por el amor, pero lo de hablar por gestos siempre nos vino muy bien.

A los dos meses llegó la crisis. “Vente a vivir a mi planeta” me indicó una noche. Me excusé en mi trabajo, mis amistades y en la posibilidad de que su atmósfera y mi pulmones fuesen incompatibles...razones tontas en definitiva. Ella quería algo más, yo no estaba seguro, nuestros mundos eran muy distintos ( eso sí que era verdad ), en fin, una noche me quedé esperándola donde costumbre y no apareció. Supe que la había decepcionado, y no pude culparla.

Para mitigar mi dolor me enrollé con la primera venusina con la que me crucé, dos kilómetros más adelante. Pero pensaba en ella...además la venusina era bastante más desagradable a la vista.

Así que ya ven, por eso puedo afirmar sin temor a faltar a la verdad que todas las extraterrestres son iguales, anhelando unos compromisos a los que es dificil acoplarse y queriendo cambiarte la vida.

¿Las mujeres de la tierra dice?, no, de esas no puedo hablar, no las conozco tan bien.

2 comentarios:

Pedro dijo...

Sin que me haya parecido la monda el relato tiene su gracia, y cierta ironía con un tanto de mala baba.

Mr.Incógnito dijo...

En esta planta estamos muy surtidos de ironía, surrealismo y hechos ficticios basados en circunstancias cercanas a la realidad.

En Sótano 71 es donde nos dedicamos a la chufla. Le recomendamos pasar por allí.

Gracias por su comentario, su blog ya está en favoritos para disfrutarlo con tiempo.

Dos saludos.