jueves, 7 de mayo de 2009

REWIND THE REWIND.

Don Luís, habiendo ganado el título de Don en una tómbola de las fiestas de su localidad natal, se empeñó en andar hacia atrás cierto lunes al romper a hervir el alba. Marcha atrás caminó hasta la panadería, marcha atrás se llevó sus dos piezas de pan, y marcha atrás trastabilló con el escalón del establecimiento. Dicho traspiés, nunca mejor dicho, no le hizo cejar en su empeño.

En los días posteriores los vecinos asistieron, incrédulos unos y en platea otros, al espectáculo. Don Luís, a la sazón tipo serio, conservador en el voto y de costumbres moralmente aseadas, subía la calle principal taconeando, eso sí, sin dejar de saludar a contertulios y parroquianos.

Pasaron un par de años siguiendo Don Luís en sus catorce. Más de dos se habían aburrido de la novedad, pero nuestro amable vecino no se comportaba de aquella manera por llamar la atención: simplemente, le dio por ahí.

Cierto marzo ventoso, abril lluvioso, seguido de mayo florido y hermoso, quiso el destino, las circunstancias y el paralelo treinta y seis que Don Luís, en su retroceder continuo, se cruzara con un asiduo de la taberna “Machaquito”, a dos manzanas de su residencia habitual. Viéndolo de tal guisa y con el extraño caminar, le soltó lo de “¡haga el favor de andar usted bien, merluzo!”. Don Luís, asistiendo a la profusidad capilar del inmenso torso marinero del interlocutor, sus anchos antebrazos, sus tatuajes carcelarios y los vapores de alcohol que rodeaban la fortaleza de su mollera, se achantó un tanto, dio un par de pasitos y dobló la esquina.
Fuera de su ángulo de visión, Don Luís expulsó el aire acumulado al ahorrarse respirar unos quince segundos, se planchó manualmente la camisa y siguió su camino.

Andando lateralmente siguió camino a casa. Temía una paliza y cambió su hábito...a medias. A cabezón no le ganaba nadie.

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