martes, 2 de junio de 2009

EL CONVIDADO DE PIEDRA, O COMO TITULÉ ESTE RELATO DE MANERA MÁS EXTENSA QUE LA PROPIA HISTORIA, SI NO REALMENTE, AL MENOS PARECIÉNDOLO A OJOS VISTA.

Descubrí en agosto que no vivía solo. Esa sombra que vagueaba por el pasillo, esos estertores en la habitación contigua, esa presencia resacosa en los desayunos del domingo resultaron ser, en conjunto, mi compañero de piso.

Siendo así, le obligué a hacerme la cena. Lo primero que se me ocurrió, oiga.

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