viernes, 10 de septiembre de 2010

IMPREVISTOS MEGALOMANÍACOS. (2ª PARTE)

Una furgoneta se perfiló en el ocaso. El batallón continuaba, hierático, desde primeras horas de la mañana, como figuras de piedra desenterradas de un túmulo imperial. Lord Sinextrum, tras los cristales, se perfilaba la perilla y se alisaba los cabellos tras haber sucumbido a una siesta propiciada por la contrariedad y la mala programación. Se personó de nuevo en la terraza. Helter Shelter seguía probando la cobertura en el patio. El Capitán Bleed increpaba a las masas metálicas a escasos centímetros de los receptores sónicos sin conseguir, naturalmente, resultado alguno. Por fortuna el la fuerza del sol derramándose sobre el patio no había causado desmayos en el pelotón de acero. En otras circunstancias, con soldados de carne y uniforme, tras los imprevistos el patio se habría convertido en un repertorio de desvanecimientos más propios de experiencias místicas.

El técnico, uniformado con un sencillo polo con la marca suministradora de máquinas mortales bordada en el pecho, pantalón corto y chanclas de dedos descubiertos avanzó por el pasillo central del palacio de Sinextrum sin prestar la atención debida a apliques, obras de arte expoliadas o trofeos de guerra. Shelter le hacía de cicerón, mostrando a izquierda y derecha lo más granado de la historia militar de los Sinextrum sin que aquello pareciera importarle más que las bajas temperaturas de Groelandia. Accedió a la terraza presidencial, saludando con patente desgana a aquel que, horas más tarde, sería azote de la raza humana entera.

- Usted dirá
- Estos robots no funcionan. Esto es una estafa –agitaba su mano izquierda enguantada al ritmo de sus reproches –todo estaba previsto para primera hora de esta mañana y por culpa de sus...
- Tranquilo –dijo el técnico subiéndose un poco las gafas –y defina usted un poquito mejor el problema. No funciona, ¿pero qué le nota? ¿No arranca, retardos en la señal, comportamiento errático?
- He pulsado el botón de arranque y no ha sucedido nada. ¡No ve como el batallón aún está formado!

Observó el patio con curiosidad entomológica, más preocupado de la cantidad de ejemplares vendidos que de su primorosa formación en alas de águila doble, ribeteadas por dos escuadras de asesinos a corta distancia. Revisó unas notas en una tablilla y se rascó la oreja izquierda.

- ¿Ha comprobado las pilas?
- ¡Por el Maléfico Demiurgo! ¡Malditas mentes libres! ¡Quiere reducir el problema de fiabilidad de su producto, según ustedes “ la máquina definitiva para la sojuzgación mundial” –agitaba un recorte de prensa extraido de las profundidades de su uniforme ante las narices del impasible experto – a un problema con dos pilas de las pequeñas!. Por favor, Shelter, dile a este caballero si las hemos revisado.
- Claro, dos veces. Incluso hemos adquirido unas nuevas en una tienda de artículos a bajo precio que han abierto hace poco aquí abajo, en...
- ¡Suficiente! –alzó la mano, se estorbó con la capa y apunto estuvo de mandar al patio una hombrera de finos bordados con motivos draconianos –Bien. Seguirá con sandeces pseudo-científicas para mentes débiles o arreglará el problema.
- Déjeme repasar los protocolos señor.

Se ajustó las gafas de nuevo, un par de tallas más grandes de las necesarias dada sus medidas craneales. Sinextrum bufaba y pateaba el suelo. Tras unos minutos los nervios pasaron a su párpado derecho. Después se alisó el pelo hasta dejarse dos cuernecitos asimétricos. Adefesius Black se acercó para resolverlo, pertrechado con un peine, y recibió tres minutos cincuenta segundos de improperios desmerecidos. Por fin, el técnico, descansando sobre la baranda con la postura propia de un despreocupado turista a la esprera de la apertura de un monumento, cerró la tablilla de documentos.

concluirá

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