miércoles, 14 de diciembre de 2011

CON LA VERDAD SE VA A TODAS PARTES.

A Julito siempre le ha perdido la sinceridad. Su camino vital está plagado de cambios de sentido impuestos por una pulcra observancia del término verdad con todas las letras. Julito es muy noble, tanto que en tiempos de caballería, honor y caries lo habrían hecho desaparecer por fastidiarle la media a los caballeros vecinos de castillo.

Julito está mal puesto en el tiempo, porque el afán de actuar según lo correcto agobia un montón a semejantes y parecidos. Siempre se puede pensar uno que está maquinando un plan futuro para hacer la puñeta en un radio de dos habitaciones.

Además escogió un mal negocio. Anuncia cosas. Quizás en un arranque de querer cambiar el eje del mundo se subió al tiovivo de la publicidad. La profesión es amplia y no es lo mismo quien esparce las piezas sobre un papel y crea un anuncio como el que baja a la huerta de las ideas a recolectar lemas frescos. Pero al fin y al cabo todos ejecutan el mismo número. Julito es eficaz, una pieza engrasada, infatigable y de confianza. Pero no sabe bailar al son de la trompeta con sordina de la mentira. Y así, cuando hace unos días, le encargaron anunciar unos tapones de rosca, actuó en conciencia.

Nadie esperaba que se saliera del guión. En ese mundo particular plagado de círculos de plástico hay poco espacio para maniobrar mal con las palabras. Nadie concibe un mundo sin tapón en el fondo del mar, así que es un objeto que se vende solo.

Una tarea tan asequible que al bueno de Julito le dejó mucho tiempo para pensar.

Quedarse delante de un examen acabado repasando las respuestas es mal asunto ahora y ya lo era cuando se copiaban al natural bisontes al fondo de cuevas. Tapones Anoillo son muy buenos, ¡y qué colores! Unas roscas a prueba de impacto de meteoritos y con una noble familia unida tirando de palancas para llenar camiones de esos punto y final de las botellas.

Una pena que su cliente fuera Tapones Taponatto.

Nadie revisó el material antes de anunciarse en prensa. Las prisas, zalameras, musitan al oído que los arreglos ya vienen hechos. Así las mentes que rellenan seis departamentos de dos divisiones distintas fueron empujando la campaña por todo el proceso sin fijarse más allá de un inapropiado y leve matiz azul en ciertas partes del anuncio.

¿Quién iba a imaginar que Tapones Taponatto recomendara Tapones Anoillo a página completa en el ejemplar del domingo de uno de esos periódicos que en la mañana del lunes todo el mundo dice haber leído?

Los gritos estuvieron de más, porque la patada ya estaba dada. La del cliente a la compañía de publicidad y esta, por transmisión de fuerzas, a Julito.

Ahora Julito espera en esa marabunta humana enclaustrada frente a mostradores de falsa madera en espera de una oferta de trabajo. Está tranquilo, hizo lo que debía. Tapones Anoillo son mejores, no podía mentir a página completa. Un timbre lo saca de su satisfacción por los caminos tomados y es requerido a una de las mesas. Allí, para su propia sorpresa, le espera un puesto muy similar. Es suyo si lo quiere.

Recuerda haber oído hablar por teléfono al siguiente elemento en la cola de la oficina de empleo. ¡Qué verbo! Una seguridad que habría aplaudido de no ser porque, además de sincero, es tímido patológico. Pide que se acerque el empleado, porque las cosas importantes de la vida siempre se dicen en susurros.

-¿Ve aquél chico de barba en la cola? Ese se merece el puesto más que yo.

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