martes, 1 de mayo de 2012

HURGANDO QUE ES GERUNDIO. (Primera parte)

Se paseaba lángidamente delante de la puerta para personal. Miraba su cigarro como si se lo acabaran de presentar y maldecía la señalita de poliestiruporeno de “prohibido fumar”. Al menos no estaba prohibido charlar con el tabaco, ya era algo. Gutierres llegó a la carrera, intentando que sus pulmones no le salieran de dentro y llegaran antes a la linea de meta.

 -Arf arf...
-Anda que...un día de estos no llegas.
-No....asf...un día de estos ni salgo de casa...total para estas prisas...
-Será que no te he dicho que no vengas más de una vez.
-Ya...¿y qué hago yo en casa a estas horas de la mañana?
-No, eso sí. -¿Para hoy? –dijo bajito intentando no hipotecar el resuello.
-Nada...cortar, hurgar, coser y a otra cosa.
-Pues ya tardamos.

Sendos cirujanos empujaron, no sin esfuerzo, la pesada puerta de láminas de madera, accediendo al pasillo de personal. Saludaron a enfermeras, asistentes, limpiadoras y al extintor no necesariamente por ese orden. Se enfundaron en sus trajes de faena, prácticamente plastificándose para protejerse de bacilos, virus, manchas y demás agresiones a la limpieza de las prendas en lo que debería ser un sitio impoluto. Gutierres ya salía tan campante empujando la puerta del vestuario con la cadera, acordándose de aquellos pasos de la conga bailada en la boda de un primo suyo...o de su mujer, tampoco estaba muy seguro. Manzano llamó su atención carraspeando.
-Anda, ven aquí.
-Venga hombre, vamos a la faena...
-¿Te tendrás que lavar las manitas?, vamos, digo yo...y la OMS.
-Ya estamos...¡que escrupuloso caramba!. ¡Si he venido en el coche y llevo sin tocar nada desde que llegué! -Anda Gutierres...
-¡Pero si he abierto la puerta con el culo incluso!, ¿no me has visto?
-Aaanda –suplicó utilizando el mismo tono usado con el cobrador del gas ciudad y sus sempiternos recibitos atrasados.
-Es que me las lavo aquí, luego llego a casa y Ofelia también se pone de un pesadito con la limpieza...anda, sea...con tal de no escucharos a los dos.
-Si es por tu bien.
-Pues mejor sería lavárselas al final ¿no? –dijo poniéndose en jarras – con lo que se ensucia uno.
-Y ahora también. Venga, ¿qué te cuesta?, si el jabón te sale gratis...un par de frotaditas.

Gutierres se enjuagó someramente ambas manos, dualidad que era un logro, mirando hacia atrás sobre su hombro y resoplando cuando Manzano le obligó a seguir por encima de las muñecas. El desinfectado se dirigió al quirófano refunfuñando y llenando el suelo con el resto de la poquita agua que había cubierto sus extremidades superiores. Entraron al unísono abriendo las puertas de metal, con reminiscencia de barco por los ojos de buey, empujando con la espalda, consiguiendo con ello una semicoreografía, envidia de la planta quinta. Ambos saludaron a los presentes con un leve aumento de grados en su inclinación craneal y un alzamiento de cejas. Igualmente lo hicieron con el enfermo en cuestión, reacio a contestarle ya que la anestesia lo tenía bastante concentrado en sus cosas.

(concluirá)

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