sábado, 22 de diciembre de 2007

SU OTRO MÍ.

Es la una de la madrugada en el reloj de sol. Un hombre cuenta los cuadros de sus zapatillas de felpa de andar por casa. Descuelga el teléfono, planta la mano en el teclado y marca un número al azar. Le responde su otro yo, vive en una dimensión paralela transversal, concretamente en un plano paralelo de Cuenca, es propietario de un perro bizco y lucha contra las hordas tiránicas de Slot el Comercial Alquimista. Pero si al protagonista de este microrelato le interesó poco el devenir de su copia interdimensional, imagino que a usted aún menos. Ambos mantienen una charla telefónica ( con tarifa plana interdimensional de cuatro a doce y sábados todo el día ).

-Lo que me pasa a mí es que no soy un alma sensible.
-Hombre, quizás sea algo que tú te imagines.
-No no, no tengo sensibilidad para nada. Es que veo una puesta de sol o una tierna flor y no me sale el emocionarme.
-Pero tampoco pasa nada, serás bueno en otras cosas.
-Hombre, ahora que lo dices, me emociono con facilidad, no me cuesta nada.
-¿Lo ves?, todo el mundo tiene unas características únicas.
-Hombre, en nuestro caso no son muy únicas.
-Tengo un lunar piloso en la base de la nuca.
-Yo lo guardé en la bolsa del pan, es verdad, no somos tan iguales...
-¿Vendrás a cenar algún día?
-Pse, ya te he dicho que no me emociona nada.
-Haré empanadillas.
-Esto...esto es demasiado para mí...no puedo soportar esta carga venidera, snif...
-Entonces, ¿te llamo yo mañana?
-Dame un toque y ya te llamo yo.
-Pues nada, a seguir bien.

Se conocieron, se gustaron y se fueron a vivir a la misma dimensión. Fue el primer caso de una dualidad sincrónica personal que intentó adoptar un niño como pareja unitaria de hecho. Le fue denegado por ciertos requisitos legales ( concretamente una fotocopia que salió demasiado oscura ).

Sin embargo aún hoy viven felices.

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