sábado, 1 de noviembre de 2008

¡PRIME!

Uno de los mayores regalos del progreso ha sido, sin que se me ocurra otro en este momento, las colas. Un grupo de variopintos organismos humanos esperando en una fila, mejor o peor organizada, a recibir un servicio. Un sistema justo, en principio.

Bien, pues la justicia no es algo que agrada especialmente a Valentín. Acostumbrado a tenerlo todo sí o sí y a apartar de su camino los estorbos, las colas y las esperas lo ponían de los nervios. Ya desde pequeño, allá por los años de naranjito y el parvulario, consiguió de una profesora el puesto de “jefe de la cola”. Gracias a este salvoconducto virtual expedido sobre la marcha, Valentín podía venir con el tiempo pellizcándole las posaderas, pues su primer puesto en la cola estaba asegurado. Eso fue hasta el día de la rebelión de alumnos y el olvido de la profesora del cargo otorgado.

También fue antes de darnos cuenta de que ir primero en la fila para entrar a clase era una tontería.

Valentín aguantaba los embates de la humanidad a su alrededor esperando su turno para algún papel o una de esas cosas del hombre moderno. Su labio superior tendía a elevarse en señal de disgusto mientras enarcaba las cejas y bajaba los párpados. Eso de estar rodeado de personas no era su especialidad precisamente.

Unos golpecitos en su hombro terminaron de resquebrajar su coraza. Su espacio privado había sido invadido por un forastero. Se giró lentamente, siguió el curso del brazo de aquel extraño para dar con una cara sonrosada y risueña.

-Buenas tardes joven –saludó jovial como unas campanillas rodando por unas escaleras.
-¿Qué quiere? –preguntó Valentín escaneando a su interlocutor de norte a sur.
-Veo que está bastante a disgusto en esta cola.
-Así es.
-¿Y porqué espera? –interrogó el señor con interés al menos aparente.
-He llegado más tarde que este hombre –señalando a quien le llevaba la delantera.
-Pero eso no es motivo.
-¿Disculpe?
-Una persona como usted no debería esperar su turno. Nada más verlo me he dado cuenta de lo especial que es usted.
-Hombre yo...-acertó a añadir Valentín, con el ego más alto que el precio de la vivienda.
-Nada nada hombre, esto no puede quedarse así.

Asió a Valentín del brazo derecho y como un padre y su hijo caminaron cola arriba. Algunos integrantes de la misma se extrañaban, otros murmuraban maldiciones indias y otros simplemente se acordaban en voz alta de parientes de ambos, sin conocer a dichos ancestros.
El caballero de raro proceder colocó a Valentín a la cabeza de los presentes, a dos palmos de la ventanilla. Sin salir de su asombro recibió dos palmaditas en la espalda del extraño hombre que puso rumbo a su lugar en la fila. Con el cuello girado en extraño ángulo Valentín vio como se incorporaba de nuevo en su lugar saludándolo con una manita.

Pasados unos segundos, y mientras Valentín notaba los resoplidos bravos del ex primero de la fila, el caballero que lo trató como él merecía volvió a dejar su puesto, recorrió de nuevo la fila, lo agarró esta vez por el brazo izquierdo y volvió a dejarlo en su antiguo puesto, unas quince personas atrás.

-Ande...ande, me parece a mí que usted no capta los sarcasmos –le iba diciendo aquel señor.

Valentín adquirió un ordenador potentísimo de esos que venden para internet y powerpoints y, acordándose de la extraña a la par que vergonzante situación, realizó todos sus trámites por internet.

Moraleja: a no ser que seas especial por poseer dos cerebros, flamear plátanos con solo mirarlos o ser el eslabón perdido, si quieres ser el primero de la cola levántate más temprano.

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