lunes, 30 de marzo de 2009

BACK TO THE GUATEQUE ( Y 2 )

En el capítulo anterior...

Me acerqué a la mesa de viandas, sobre la que descansaba un estupendo refrigerio. Me decanté por un cocktail ( cotel ) de gambas. Debido a la época y los aprietos económicos, amen de que al señor mandamás con gafas de sol no le hacían gracia, y como no le hacían tilín, no había gambas para nadie, al cocktail ( cotel ) de gambas le faltaba el apellido. Y la fórmula, mire usted, no funciona con cacahuetes ( veáse Alcahueses ).

Un señor en el estanco ya me dijo que hacía mal no aprovechando estos viajes involuntarios para aprender cosas. Y razón tenía, pero inmerso yo en la experiencia lo último a considerar es ilustrarse. Además, no tengo por costumbre echar cuentas al primero con el que cruzo un parlamento en un estanco. Intenté mezclarme con el personal, atendiendo a sus cuchicheos sobre el gasto de gasolina de un 600 ( “con media jarra llego yo a Fernando Po, de verdad se lo digo” ), las últimas novedades de Galas del Sábado, y los últimos comunistas vistos por los alrededores del país, gente por lo oído, de mal vivir, maleantes, vagos y con ideas aberrantes. Saqué la conclusión de que debían ser distintos a los comunistas de hoy en día...los pobres andan algo escasos de...de todo.

Mi error, admitido queda, fue entrar al trapo y discutir sobre el Señor del Pardo. Yo, conociendo su vida y milagros por unos señores entendidos aparecidos en televisión en documentales a los que yo, en mi tiempo ( y el suyo de usted ) asistía con sopor, por obligación contractual o por falta de pilas en el mando a distancia, me lancé a la piscina de la opinión desde el tercer trampolín, efectuando doble tirabuzón argumental. Sus caras lo dijeron casi todo.

El resto salió por sus boquitas.

¡A deleite estaban ellos!, a tutiplén...eran ciudadanos decentes sin encontronazos con la justicia...yo debía ser uno de esos revolucionarios malinchistas...intentando inocular idearios en una ciudadanía decente...Decentes, decentes, no se cansaban de repetirlo, aunque los sobeteos de refajo a los que asistí de reojo antes de la discusión haría enrojecer a un parroquiano-tipo de discoteca chumba-chumba contemporáneo. No quise entrar en discusiones.

Las balas entonces estaban baratas.

El hipo vino al rescate. La experiencia terminaba. Me excusé, dirigí mis pasos al baño ( con mis ideas y desapareciendo en mitad del guateque habría causado más de una acusación por brujería, merecida por otro lado ), mientras me despedía de las cortinas de cretona, lo que más añoraría en el futuro. Tras dos “hipidos” y un golpe en la espinilla con la bañera, me recoloqué en casa. Todo estaba en su sitio. Mis acciones y/u omisiones en el pasado no habían alterado el presente...al menos en principio...o por lo menos no en algo que se notara demasiado.

Me disculpo si le he aburrido. Son anécdotas que bien es cierto, sacadas a pasear fuera de congregaciones meramente familiares pueden inducir a la vuelta a casa o la visita al bar más cercano. Lo contado tampoco es representativo del riesgo, la emoción y la incertidumbre producida por hacer excursiones en el tiempo.

Otro día les contaré como NO tuve que ver en la extinción de los dinosaurios. Cuento con un acta notarial que da fe de la veracidad del asunto.

Sí, me encontré con un notario en el jurásico...cosas más raras he visto...un par o dos.

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