jueves, 4 de marzo de 2010

SEA COMO SEA. ( Acto Primero )

Los cohabitantes de inmuebles mantienen la sana costumbre de cruzarse de cuando en cuando para interesarse por las penas ajenas y ver así satisfecha la sensación de ser más afortunado que el prójimo. Entonan en esas ocasiones atávicos cánticos de mutuo acuerdo, estableciendo la paz entre esterillas de entrada y el correcto funcionamiento de instalaciones comunes. Y claro está, no faltará ese vecino que asome el pescuezo sólo farfullar lo ruinoso del inmueble.

Hemos acordado esos procedimientos para sentirnos a gusto. Todos sabemos a lo que atenernos, no es necesario estudiar la lección antes de salir de casa y con todo ello la intranquilidad propia de mezclarse con el extraño queda rebajada como el alcohol en un bar de esquina cualquiera.

Pues esto hay personas a las que no se le mete en la cabeza.

Su carácter era escorado en días impares y se convertía en huraño el resto de cuadraditos del almanaque. Por eso era extraño cruzarse con él y recibir un vocablo articulado más allá de un desganado gruñido cavernario. Aquella mañana encontré chispitas de bengalas en sus ojos, y no vaya a creer que soy de esos que va mirando a las pupilas al personal. Las palabras colgaban de sus labios fruncidos como verdes ramas de un jardín cautivo. Y al ascensor le dio por saludar a cada piso, las máquinas también tienen sus jornadas sociables.

Yo sólo le dí los buenos días. Pero se los dí como suelen darse, prestándolos para que te los devuelvan al instante.

Ordenado él me miró de arriba a abajo, como queriéndome comprar. Dio un paso atrás para colocarse bajo el plafón luminoso y viéndose aún fuera de foco, añadió otro más hasta estar en mitad del escenario.

– ¿Le importa encender la luz? -preguntó timorato.
– Para eso están los interruptores -contesté en un brote de palabras inútiles por lo sabido del tema de la electricidad a nivel cotidiano.
– Gracias, es que lo que debo decirle lucirá mejor si creamos un poco de ambiente.

Con un dedo cualquiera en la placa del interruptor temí que me pidiera en matrimonio. No estaba preparado para el compromiso con un vecino, ¡incluso evitaba las reuniones en el portal para no verme en estos bretes! Noté como el ascensor rascaba en lo profundo del segundo piso. Tardaría días en llegar.

Y el vecino en pleno brote de ansia comunicativa.

– ¿Porqué usted no es como yo? -lanzó sin usar una salva previa de comentarios al uso sin más relevancia.
– No le comprendo. Claro que soy como usted. Un vecino. Un inqulino de inmueble, uno de tantos que pueblan la ancha geografía patria - palabras brotaban sin filtro mientras volvía a pulsar el botón de llamada del fastidioso elevador.
– ¿Donde nació usted?
– Pues dos portales más abajo, he viajado mucho estos años como ve.
– ¿Y porqué no nació usted en mi pueblo?
– Si lo hubiera sabido no me habría costado mucho...eso sí, quizás a mi santa madre le habría molestado el traslado.
– ¿Porqué usted tiene las cejas como así? - dijo trazando en el aire dos trayectorias parabólicas que mucho se distanciaban con lo recortado de mis preciosas cejas.
– No me las corto ni nada, me venían así. Otra de las cosas de mis padres, supongo.
– ¿Y porqué vota usted a quien vota?
– No si yo no uso de eso.
– ¿Y porqué no vota?
– Siempre cae en domingo y me da pereza. Pero bueno – me enfadé de manera cortés - ¿a qué viene este interrogatorio de rellano a estas horas y a estos minutos?
– ¿No ve usted? -declamó arrodillando el alma -¿no ve usted, repito pues la precisión del narrador ha cortado la pregunta, no ve usted que me hace dudar de si soy lo que soy y soy bien hecho?

Sincronizada con el parlamento, la luz bajó. Faltaron aplausos y telón, pero debía ser teatro moderno que tan bien considerado está y tan poco se entiende.

( concluirá )

2 comentarios:

noveldaytantos dijo...

Ciertamente aún no sé como puedo convivir con mis vecinos a base de hola y adiós. El caso es que su repertorio tampoco es que sea mucho mayor. Y eso hasta que aprendamos algo de telepatía y entonces ya verás, será el fin del mundo.

Mr.Incógnito dijo...

Cuando nos saquemos el cursillo de telepatía en cómodos fascículos la convivencia y las reuniones de vecinos van a ser un espectáculo que ríase usted de las guerras púnicas.