domingo, 2 de marzo de 2008

SE ROMPIÓ EL AMOR, PERO NO LA VAJILLA.

Nada faltaba en aquel restaurante, un fotograma en vivo de película o de anuncio de televisión caro. Iluminación indirecta, tonos cálidos en las paredes, una disposición de mesas que lograba la intimidad entre comensales aunque compartían un salón ciertamente reducido...y las vistas. Vistas al puerto deportivo, con iluminación tenue, ocupado por parejas que se mostraban su amor en las fronteras de las farolas. En la mesa contigua a un señor mayor que rebañaba con pan, causando el disgusto de su señora, se encontraban Ágata e Ildefonso.

Ambos profesionales liberales de mediana edad, habían conseguido modestos éxitos en sus respectivos ámbitos laborales a nivel local. Estos minúsculos destellos de prosperidad habían incendiado su relación, que ardía hasta consumirse. Aquella cena acordada entre ambos era quizás una de las postreras oportunidades que ambos se concedían antes de acudir a un abogado para rellenar un montón de papeles, repartirse las figuritas del salón e iniciar caminos perpendiculares. Ágata removía con desgana la guarnición de la carne mientras Ildefonso capitulaba ante la ensalada. Acabada su guerra particular con la verdura, invadía territorios de intimidad que seguramente conducirían a otro enfrentamiento.

-No comes

-No tengo mucha hambre. –Contestó Ágata sin subir la vista y apartándose el cabello de la cara.

-Quizás no ha sido buena idea forzar las cosas esta noche, digo, venir a cenar sin que nos apeteciera demasiado.

-Para no apetecerte has insistido un poquito estos tres últimos días.

-No empezemos.

Ambos pactaron unos minutos de silencio mientras reordenaban las tropas, posicionaban verdades de las que hacen daño sobre colinas para atacar en momentos de máxima tensión, e impacientaban al camarero, que no veía la hora de recoger sus platos y darles la cuenta viendo el temporal que se acercaba por levante.

-Es verdad que estamos ocupados, y que no nos queda mucho tiempo para nosotros, pero con un poco de nuestra parte, podríamos...no sé...seguir adelante.

-No tiene mucho sentido huir hacia delante Ildefonso. La verdad es que no le veo sentido a nada de lo que nos relaciona últimamente.

-Veo que volvemos a lo de siempre.

-Te equivocas, no he sacado “el tema” – remarcó Ágata, que a cada frase pronunciada arqueaba cada vez más su cuerpo, dirigiendo miradas heladas a Ildefonso.

-Tienes razón, no lo has sacado porque lo llevas todo el día en la cabeza. Y me encanta que además de pensar en él lo sueltes encima de la mesa con ese tono que tú sabes darle.

-Ildefonso vuelve a pasarse de la raya un par de pueblos.

-Co...co...cómo aprecio esas metáforas tuyas – Ildefonso tendía al tartamudeo cuando se veía acorralado, un lado suyo que no conocían sus importantes amigos del despacho.

-Llevo contigo cuatro años, en esos cuatro años aproximadamente seis veces al mes me has echado en cara el tema. Si me hubiese importado desde el principio no me habría casado contigo.

-Te pillé en mal momento, baja de defensas, y si en vez de proponerte matrimonio te hubiese querido vender un co...co...coche de segunda mano habrías aceptado igualmente.

-Vete a la mierda.

-Vamos co...con razonamientos adultos. Y baja la voz, estamos llamando la atención.

-Cariño, hemos llamado la atención desde que hemos entrado en el local. ¿Acaso no ves extraño que estemos discutiendo y que nadie de la sala gire la cabeza con disimulo para ver el espectáculo?. Procuran no vernos Ildefonso.

-¡Maldita sea!, ¿ves co...como te importa el tema?

-Pues sí, si vamos a acabar esta noche que tengamos toda la información, abogado.

-Podríamos co...co...continuar esta discusión fuera...

-¡Qué lo sepan todos!, sí señores, no están mal de la vista, mi marido es un pollo. Un pollo corriente, no es ni de clase especial, es un pollo de corral.

-¡Vaya!, a la que no le importaba el tema.

-¿Y saben lo más gracioso?, que mi marido, futuro ex pueden estar seguros, está obsesionado porque cree que no perdono su pasado. Aún tiene complejo de huevo.

-No te co...co...cocoroconsiento que...

-Ildefonso, hijo, si en algo te pareces a los hombres normales es que estás deseando volver bajo las alas de tu madre. Que te den.

Con este remate, falto ciertamente de elegancia, Ágata agarró su bolso con brío y con maneras de contorsionista. Agarró su abrigo de un furioso puñado y salió del restaurante taconeando. Tras unos segundos de silencio, en homenaje del matrimonio caído, la actividad del restaurante fue volviendo a la normalidad. Ildefonso se compuso como pudo, ahuecó las plumas, estiró el pescuezo e hizo una seña al camarero. Este acudió pensando que se acercaba la hora de que aquel pollo pagara la cuenta y se largara del bar.

-¿Sabe qué?, no se merece que me vaya detrás de ella corriendo, ¿no le parece?

-No sabría decirle.

-Voy a terminar de cenar tranquilamente. Al fin y al cabo soy extraoficialmente un pollo divorciado, puedo hacer lo que quiera.

-Claro, claro.

-¿Qué tienen de segundo?.

-Esto....pollo en pepitoria.

-Váyase a hacer puñetas.

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