martes, 6 de mayo de 2008

ESCOLLOS MÓVILES.

Una transacción comercial, aparentemente, debería ser algo previsible, mecánico y directo. Usted quiere un algo que yo tengo. Usted rellena unos documentos y/o entrega un precio a cambio. Se echa mano de las normas de educación que todos conocemos y ambas partes cumplen con su cometido en la cadena productiva.

Pues no. Es tarea del "homo sapiens" medio emborronar lo simple. Lo siguiente pasó cerca de su casa, y usted podía haber estado allí.

Centro comercial. Establecimiento de venta de telefonía móvil, artículos, funditas y demás complementos que hacen su comunicación más eficiente. El sujeto B accede al local por la puerta delantera. El sujeto A se encuentra tras el mostrador.

B. -Buenas tardes.

Primer escollo. Sólo llevamos dos intercambios de ideas y empezamos con problemas. El interlocutor obvia uno de los artículos fundamentales de la Ley “Sea usted amable, es gratis”. Pero prosigamos con este interesante estudio ( lo escribo yo, para mí es interesantísimo y sé lo que voy a decir, imagino que para usted será un texto fundamental ).

El sujeto B ante la negación de devuelta de saludo y buenas intenciones, agacha las orejas, se repasa con atención las manos, saluda a una mosca conocida suya que pasaba por allí y lee al revés el catálogo de móviles del mes.

El sujeto A teclea incansable su ordenador. Puede estar terminando trabajo atrasado, batiendo el récord de buscaminas o charlando con su novia de Algeciras.

Valiosos minutos transcurren. En este tiempo un científico de Utah hace el descubrimiento de su vida. Un bombero de Viena salva a un niño de las voraces fauces del fuego. Alguien por fin resuelve un sudoku que tenía atragantado. En este tiempo el sujeto B conoce mejor sus uñas.

Hierático, el sujeto A sigue a lo suyo. Teclea, entra del almacén, cumplimenta formularios y se rasca la rabadilla. El sujeto B empieza a dudar de su propia existencia. Tras quince minutos y con una sonrisa, el sujeto A atiende al señor B y a sus obligaciones al unísono.

A. –Buenas tardes, dígame.
B. –Verá, he visto que tienen ustedes grandes ofertas impresionantes.
A. –Es el mes de “Gangas, compre más, pague lo mismo a plazos”.
B. –Sí sí, y una publicidad visual muy bien dirigida.
A. –Usted dirá.
B. –Pues quería uno de esos móviles por cero euros todo incluido.
A. –¿Es usted de contrato o de prepago?
B. –Hombre, verá, mi suegro sí me tiene con contrato, bueno, por que mantenga a su hija y eso, imagínese. Es una empresa de envasado de pescado crudo y yo le llevo el papeleo...en fin, qué le voy a contar. Y a mi me paga siempre después de trabajar, que menudo es el para adelantar sueldos. Pero vamos, que será como en todos los sitios.
A. -Veamos, ¿tiene usted móvil?
B. –No, si no no vendría a por uno.
A. -¿Ha visto alguno que le guste?
B –No sé que sugiere, yo soy un hombre de la cabeza a los pies. Lo que ocurrió en aquella acampada no es asunto suyo.
A. –Me refiero a un teléfono.
B –Me da igual, con tal de que llame...y que me llame alguien, ¿tiene ofertas de personas que te llamen y te den cariño?
A –Creo que llegan el lunes.
B –Por poco...en fin pollo, muéstreme el género.
A -Estos son traídos directamente de Alemania.
B –Zalamero...eso se lo dirá usted a todos. Es bonito.
A. –Además viene con cámara integrada.
B. –Pse...veo todos los días los sitios por donde paso.¿ Si le quita la cámara me saldría más barato?
A. –También tenemos aparatos sin cámara.
B. –Hombre, pero ya que estamos, la cámara no pesa...déjela usted por si un día me da por escalar el Himalaya. ¿Lo tienen en verde?
A.- Podría mandar a que lo pintaran.
B.- Quite quite, ya le daré yo una manita. Además le daré con minio para que aguante bien en los exteriores. Y su poquito de barniz.
A.- Entonces qué me dice, ¿se lo queda?.
B.- Para siempre. Nos hemos mirado a los ojos y nos hemos gustado muchísimo.
A.-Estupenda elección señor.

Al final del proceso la compra-venta se lleva a buen puerto más por la propia inercia del mercado que por los conocimientos de los sujetos implicados. Cabe decir, es cierto, que poco después el móvil citado volvería ansioso a los fuertes brazos del vendedor. Arregladas las diferencias de carácter supieron comprender mejor al otro y juraron bajo la lluvia no volver a separarse. Pero eso forma parte de los sentimientos humanos, y bien es sabido que los economistas serios no tratamos esos temas banales.

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